Maruzzella y ‘O Sarracino Reprise, los buques insignia de Los Carosones

Las canciones siempre han sido las estrellas del espectáculo de Los Carosones.
En esta larga aventura las hemos llevado por todo el mundo, poniendo atención en conservar su esencia, en hacer llegar al público de manera clara el espíritu de quienes los crearon. Estas antiguas canciones son nuestro pasaporte a mares exóticos y noches inolvidables.

Desde el Rathaus de Viena, al concierto para la realeza sueca, pasando por el Barrio Gótico de Barcelona hasta Valparaíso y Bogotá, en Sudamérica. Muchas veces hemos superado obstáculos que a simple vista resultaban imposibles de superar y más de una vez hemos tenido la sensacíon que alguien, desde allá arriba, nos guiñaba el ojo. Entre todas las canciones que tocamos hay dos que brillan de manera especial por los recuerdos que nos despiertan y que emocionan incluso a aquellos que nunca las han escuchado.

La ovación en Canadá para Maruzzella

Estamos en Vancouver, Canadá, en agosto de 2008. Para mí (Nino Milone) es el primer concierto sobre Carosone: fui invitado a cantar con un conjunto napolitano dirigido por el gran pianista Lello Milo. El consulado italiano ha reservado una sala de conciertos, abarrotada para la ocasión. Habrá unos trescientos invitados y más o menos cuatro generaciones de ítalo-canadienses para escuchar. Veo en primera fila a una señora mayor que tiene en las manos un disco de Carosone, disco con el que -me dirá después- emigró a Canadá desde Italia cincuenta años atrás.

La tensión antes del concierto es alta y no solo por buenas razones. De hecho, como suele ocurrirles a quienes se aventuran a producir espectáculos, el día de la salida ocurrió un hecho inesperado. Nuestro baterista había tenido un accidente y se había tenido que retirar. Una vez aterrizados en Vancouver, habíamos buscado un reemplazo por todas partes, pero al ser la semana del Jazz pronto nos dimos cuenta de que nos habíamos topado con un callejón sin salida.

El día antes del concierto, ya cansado y desanimado ya punto de cancelarlo, surge de la nada un baterista, también hijo de inmigrantes italianos, que con una gran sonrisa y un fuerte acento abruzo-canadiense nos asegura que todo irá bien. Y la verdad es que el concierto va bien: conseguimos tocar un repertorio, el de Carosone, que sólo es fácil para quien lo escucha.
Nos deslizamos rápidamente entre las canciones, familiarizándonos cada vez más con el baterista gracias a su gran profesionalidad y la experiencia de nuestro pianista napolitano, el maestro Milo.

Hacia el final del espectáculo, llega el momento de Maruzzella. La sala se muestra divertida, iluminada y sonriente gracias a las ondas carosonianas. Cierro los ojos para concentrarme mejor en las palabras y me quedo así hasta que termina la canción. Entonces sucede algo que no he vuelto a vivir en muchos años: apenas termina la canción, llega la ovación. Un sentimiento de asombro que el público expresa con un «oooh» en el instante previo al inicio de los aplausos y que quedará para siempre en la memoria de un músico.

Después de ese concierto decidí iniciar el proyecto Los Carosones en Barcelona. Del recuerdo de ese viaje saqué el ímpetu de seguir adelante cada vez que encontraba dificultades en mi camino. De aquella noche en Vancouver aún quedan algunas fotografías, que monté en la grabación de audio de Maruzzella, tomada una vez volví a España.

O’ Sarracino Reprise, para una conclusión explosiva

La palabra reprise en la jerga musical indica la reanudación del tema de una canción cuando parecía haber ya terminado. Es una forma de multiplicar las emociones de una interpretación, muchas veces tocando el tema de una manera aún más rápida, hasta la apoteosis final.
Esta fue la elección de Renato Carosone en la famosísima “Serata di Gala” 1959 en la que anunció su abandono en directo por televisión. Elige como última canción de su concierto una de sus composiciones más irresistibles, en la que la tarantela y los ritmos africanos se encuentran y juegan persiguiéndose entre alegres coros y explosiones de guitarra electroacústica.
Cuando llega al final del camino, en lugar de concluir la pieza, el Maestro llama a un grupo de bailarines y percusionistas al escenario y reanuda la canción en un apasionante crescendo.

En estos años de conciertos siempre hemos dejado esta pieza al final del espectáculo, arreglando «‘O Sarracino Reprise» a nuestra manera, con gran satisfacción general.
Al fin y al cabo, el proyecto de Los Carosones es esto: un reprise de la Dolce Vita.